sábado, 24 de abril de 2010

EL AÑO DEL TIGRE.

Según el calendario chino, el 2010 es el año del Tigre.

Yo nací también en el año del Tigre de 1962, si ya se que de eso hace mucho, pero creo que siempre me ha marcado ser Tigre, aunque la mayor parte del tiempo, mas que tigre... he sido............... gata.

El Tigre es el tercer signo de los 12 signos chinos y representa esencialmente el coraje.
Los antiguos chinos reverenciaban el intrépido tigre como signo capaz de proteger su casa de los 3 más grandes peligros que pudieran incurrir: el fuego, los ladrones y los fantasmas.

Quien nace bajo el signo del Tigre es una persona que fascina gracias a su personalidad; activa, atrevida y seguro de si. Este signo representa en efecto la potencia, la osadía y la pasión.

Sólo las quiebras de tipo profesional o una crítica de parte de la persona querida, podrían engendrarle en la persona de Tigre una reacción de profunda depresión. Esta reacción será pero momentánea y sólo durará un tiempo limitado; quién nace bajo este signo tiene en efecto una óptima capacidad de reacción y en tiempos breves se restablece de cualquier pena.

El Tigre ama las competiciones y difícilmente acepta perder un desafío; es líder por naturaleza, tiene una gran autoestima y conciencia de su valor.

El Tigre es inteligente, previsor y casi siempre tiene todos sus movimientos, cuidadosamente calculados....¡es un signo que jamás se debe subestimar.

ME GUSTARÍA SER MI HIJO.

No es lo que pensáis, no es por que tenga 18 años, que va!

Llevo dándole vueltas a esto hace tiempo……..vive como el mejor sultán que se pueda conocer, observando y comentando con las madres de la misma edad me doy cuenta que es un mal endémico de los nacidos en los años 90.

Lo peor de todo es que no es culpa suya, es que tienen unas madres que se encargan de que a los chicos-as, sobre todo a los chicos, no les falte de nada, que no se agobien por tareas que no están hechas para sultanes ni sultanas. Nos convertimos en esclavas por instinto maternal.

Con estas actitudes nuestras casas se convierten en “ HOTEL MAMA” o “ CAN MARE” convirtiéndonos en serviles gobernantas siempre a su disposición, y pendientes de sus mínimos deseos.

Desde aquí hago un llamamiento a la rebeldía útil, para que los sultanes-as vivan con los pies en el suelo, el mundo real y preparados para lo que se les viene encima.

Abajo arreglar habitaciones que no sean las nuestras ¡!
Que se planchen ellos, y si no vaqueros con raya marcada ¡!

“ HOTEL MAMA “ CERRADO POR FALTA DE PERSONAL.

miércoles, 14 de abril de 2010

Cuando las cabezas de las mujeres se juntan alrededor “del fuego”


Alguien me dijo que no es casual…que desde siempre las elegimos. Que las encontramos en el camino de la vida, nos reconocemos y sabemos que en algún lugar de la historia de los mundos fuimos del mismo clan. Pasan las décadas y al volver a recorrer los ríos esos cauces, tengo muy presentes las cualidades que las trajeron a mi tierra personal.

Valientes, reidoras y con labia. Capaces de pasar horas enteras escuchando, muriéndose de risa, consolando. Arquitectas de sueños, hacedoras de planes, ingenieras de la cocina, cantautoras de canciones de cuna.

Cuando las cabezas de las mujeres se juntan alrededor de “un fuego”, nacen fuerzas, crecen magias, arden brasas, que gozan, festejan, curan, recomponen, inventan, crean, unen, desunen, entierran, dan vida, rezongan, se conduelen.

Ese fuego puede ser la mesa de un bar, las idas para afuera en vacaciones, el patio de un colegio, el galpón donde jugábamos en la infancia, el living de una casa, el corredor de una facultad, un mate en el parque, la señal de alarma de que alguna nos necesita o ese tesoro incalculable que son las quedadas a dormir en la casa de las otras.

Las de adolescentes después de un baile, o para preparar un exámen, o para cerrar una noche de cine. Las de “veníte el sábado” porque no hay nada mejor que hacer en el mundo que escuchar música, y hablar, hablar y hablar hasta cansarse. Las de adultas, a veces para asilar en nuestras almas a una con desesperanza en los ojos, y entonces nos desdoblamos en abrazos, en mimos, en palabras, para recordarle que siempre hay un mañana. A veces para compartir, departir, construir, sin excusas, solo por las meras ganas.

El futuro en un tiempo no existía. Cualquiera mayor de 25 era de una vejez no imaginada…y sin embargo…detrás de cada una de nosotras, nuestros ojos.
Cambiamos. Crecimos. Nos dolimos. Parimos hijos. Enterramos muertos. Amamos. Fuimos y somos amadas. Dejamos y nos dejaron. Nos enojamos para toda la vida, para descubrir que toda la vida es mucho y no valía la pena. Cuidamos y en el mejor de los casos nos dejamos cuidar.

Nos casamos, nos juntamos, nos divorciamos. O no.

Creímos morirnos muchas veces, y encontramos en algún lugar la fuerza de seguir. Bailamos con un hombre, pero la danza más lograda la hicimos para nuestros hijos al enseñarles a caminar.

Pasamos noches en blanco, noches en negro, noches en rojo, noches de luz y de sombras. Noches de miles de estrellas y noches desangeladas. Hicimos el amor, y cuando correspondió, también la guerra. Nos entregamos. Nos protegimos. Fuimos heridas e inevitablemente, herimos.

Entonces…los cuerpos dieron cuenta de esas lides, pero todas mantuvimos intacta la mirada. La que nos define, la que nos hace saber que ahí estamos, que seguimos estando y nunca dejamos de estar.

Porque juntas construimos nuestros propios cimientos, en tiempos donde nuestro edificio recién se empezaba a erigir.

Somos más sabias, más hermosas, más completas, más plenas, más dulces, más risueñas y por suerte, de alguna manera, más salvajes.

Y en aquel tiempo también lo éramos, sólo que no lo sabíamos. Hoy somos todas espejos de las unas, y al vernos reflejadas en esta danza cotidiana, me emociono.

Porque cuando las cabezas de las mujeres se juntan alrededor “del fuego” que deciden avivar con su presencia, hay fiesta, hay aquelarre, misterio, tormenta, centellas y armonía. Como siempre. Como nunca. Como toda la vida.

Para todas las brasas de mi vida, las que arden desde hace tanto, y las que recién se suman al fogón.
De: Simone Seija Paseyro
Uruguaya – 45 años